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El Mobile World Congress no puede seguir en Barcelona
Barcelona no puede ser la capital mundial de la innovación tecnológica en el móvil y a la vez expulsar a empresas (una de ellas española) que se basa en la innovación tecnológica en el móvil.
31 Enero 2019
|Hace unas semanas, en un viaje a Oporto, utilicé Uber para desplazarme entre el aeropuerto y un hotel en el centro de la ciudad. La aplicación me marcó un precio de unos 12 euros, aunque allí Uber utiliza un sistema similar al de los taxímetros, facturando por distancia y tiempo de espera. El conductor de Uber, muy simpático y atento, no dudó en estafarme: me paseó por toda la ciudad, cogiendo el camino más largo, por mucho que mi smartphone me marcaba rutas distintas una y otra vez.
Si hubiese sido un taxi, le podría haber protestado, pero en un país extranjero y sin conocer el idioma (el inglés del conductor era limitado) o la ciudad es complicado. Al final la carrera rondó los 24 euros, el doble. A los pocos minutos de bajar y despedirme amablemente del conductor, le puntúo con una estrella y reclamo a Uber el importe cobrado de más con un toque de pantalla. Lo recibo instantáneamente, sin tener que hablar con nadie o escribir a nadie: la propia app había estimado que el viaje debía costar 12 euros y, ante una desviación tan grande, me devuelve el dinero sin protestar.
En todo este proceso aparentemente sencillo, la tecnología móvil ha intervenido en varias ocasiones: para reservar el trayecto, para calcular el precio, para cobrarme, para geolocalizar al vehículo... y, gracias a ello, provoca que cada vez que viajo no dude en subirme a un Uber o similares para desplazarme si así lo requiero. Y no soy el único, ya que el uso de estas apps está muy extendido entre los viajeros y turistas.
La decisión de la Generalitat de expulsar a Uber y Cabify de Catalunya después de que el Gobierno de Pedro Sánchez le pasara la patata caliente de las VTC de manera irresponsable es una nefasta noticia. Para el consumidor, que cuenta con una opción menos para desplazarse; para el turismo, que será reacio a utilizar el taxi porque está acostumbrado a utilizar Uber y similares allá donde viaja; y para las empresas y la innovación en general: a ver quién se atreve a montar una startup en Barcelona si el Gobierno puede expulsarte de la noche a la mañana por la presión del grupo contra el que compitas.
El MWC Barcelona va de innovación, y Barcelona la rechaza
En unas semanas arranca en Barcelona el Mobile World Congress 2019, la feria de tecnología móvil por excelencia. El MWC lleva celebrándose en la ciudad condal desde 2006 y genera una notable expectación entre el sector tecnológico mundial además de pingües ingresos para la ciudad: unos 473 millones de euros por edición gracias a los más de 100.000 visitantes que acuden a la capital catalana cada año.
La feria ya estuvo a punto de no celebrarse allí el año pasado a consecuencia de las tensiones provocadas por el proceso independentista, aunque tiene contrato vigente hasta 2023.
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Sin embargo, y aunque me duela decirlo, la organización del MWC debe ser coherente y responsable con los valores que predica, y anunciar su salida de Barcelona a partir del año próximo. No podemos llevar la cumbre de tecnología móvil por excelencia a una ciudad que ha demostrado rechazar esas tecnologías sin razón alguna, cediendo al chantaje de lobbies minoritarios y violentos.
Solo con un jarro de agua fría así los Gobiernos aprenderán a que sus acciones tienen consecuencias. Lo mejor que le puede pasar ahora mismo al futuro de Barcelona es que el Mobile World Congress anuncie su marcha como han hecho Cabify y Uber. De lo contrario, estará legitimizando las vergonzosas acciones tomadas en las últimas semanas.