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Claves para entender la crisis de los microchips: ¿estamos ante una crisis mundial?
La escasez mundial de chips es un problema que viene desde los inicios del coronavirus, y que está creando una crisis mundial en 2021. Empresas cerradas, la falta de stock de todo tipo de dispositivos electrónicos y el aumento de los precios tienen a muchos sectores en KO. ¿Cuáles son las claves para entender esta crisis?
27 Mayo 2021
|Últimamente las informaciones acerca de una preocupante escasez de chips o semiconductores nos ha tenido desconcertados. Los expertos dicen que la crisis es más grave de lo que parece y que va para rato, y muchas compañías han tenido que frenar su producción. Si nos ponemos a pensar, hoy en día casi todo lleva un chip incorporado: móviles, ordenadores, televisores, coches y cualquier otro aparato que podamos catalogar como 'inteligente', categoría dentro de la que encontramos hasta licuadoras y ventiladores. Tal vez podamos vivir sin ventiladores que nos den los buenos días, pero, ¿y qué pasa con todo lo demás? La situación en sí no es compleja, pero para entenderla, tenemos que ir por partes.
¿Qué es un chip y dónde se utilizan?
Se trata de una estructura de pequeñas dimensiones, generalmente de silicio o selenio, sobre la que se fabrican circuitos electrónicos y que se compone, entre otras cosas, de un elemento semiconductor. De ahí que normalmente chip y semiconductor sean utilizados como sinónimos. Los chips han supuesto una revolución en el mundo de la electrónica y tienen multitud de aplicaciones en el sector industrial. Tenemos chips, también llamados circuitos integrados, en móviles, computadoras y sistemas de transportes. Ya no hablamos solo de móviles y ordenadores, sino también de las distintas formas que tenemos los seres humanos de conectarnos en todos los niveles. De hecho, para muchos estudiosos la revolución digital de los circuitos integrados es uno de los hechos más relevantes de la historia.
La producción de chips está demasiado concentrada
Los fabricantes de chips y procesadores más populares y que todos conocemos, como Qualcomm, Apple o MediaTek, no son los fabricantes directos del producto en su totalidad, sino una especie de proveedores que encargan la fabricación a otras empresas. En el terreno de la telefonía móvil Samsung es una excepción, pues están presentes durante toda la cadena de producción, pero no suele ser la norma. La mayoría, como las mencionadas al principio, se encargan de fabricar solo el procesador y el resto es a través de subcontratas. Por este motivo, en la actualidad solo unas pocas son capaces de producir los chips más avanzados y de menor tamaño, por lo que la actividad está muy concentrada.
Desde hace unos años, los chips pueden ser considerados casi como 'el petróleo del siglo XXI', ya no solo por ser un elemento esencial para la mayoría de dispositivos de nuestro día a día, sino por, como decíamos antes, estar fabricados por unos pocos. En concreto, hablamos de que hay dos países en los que se concentra prácticamente toda la fabricación: Taiwán y Corea del Sur. Entre ambos, producen alrededor del 60% de los chips a nivel mundial. Si nos vamos a los más avanzados, a los de alta tecnología, Taiwán concentra el 85%. Si apuramos todavía más, la empresa taiwanesa TSMC, la reina del sector, se encarga de fabricar el 30% de los semiconductores y, en los que llevan la tecnología más puntera, es prácticamente la dueña del mercado.
Casi todo se reduce a una cuestión de oferta y demanda
Antes hicimos una comparación entre los chips y el petróleo, pero lo cierto es que la crisis relacionada con los primeros es bastante más sencilla de entender que las que se han presentado con el segundo. Desde la aparición de nuestra amiga la COVID-19 y el consiguiente confinamiento mundial, empezamos a comprar más ordenadores, más consolas y más dispositivos móviles. Esto último seguro para poder grabar TikToks con mayor calidad, no nos engañemos. Ahora en serio, para nadie es un secreto que el trabajo y las tareas académicas desde casa aumentaron exponencialmente, así como el tiempo que pasábamos aburridos en nuestra habitación. Todo esto repercutió fuertemente en la demanda, provocando un desajuste que las empresas no fueron capaces de asumir con su producción, ya que muchas de ellas la habían frenado por la pandemia.
Si bien la principal causa de esta crisis es el desajuste entre oferta y demanda, hay que prestar atención a la más que evidente dependencia tecnológica de Asia que tenemos en Europa. Hablando en concreto de los chips, el liderazgo de Taiwán se remonta a los años 80. Por si fuera poco, las tensiones políticas y comerciales entre Asia y Occidente, previas al coronavirus, también han tenido su incidencia en la crisis. La Unión Europea ya ha empezado a mover ficha negociando con las principales empresas asiáticas para instalar una fábrica en suelo europeo, tarea que en principio no se presenta demasiado fácil. No estamos hablando de empezar a fabricar ventiladores (de los que no tienen chips), sino que es algo mucho más complejo.
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Vale, no hay chips. ¿Cómo nos afecta eso?
La primera de las consecuencias de la escasez de chips está muy clara: el aumento de los precios. La oferta de ordenadores, por poner un ejemplo, es notablemente menor que la de hace un año y eso se traduce en que los pocos que quedan ahora son más caros. Lo mismo ocurre con móviles, televisores e incluso automóviles. La crisis también ha provocado el retraso de cientos de nuevos lanzamientos. Apple, sin ir más lejos, tuvo que retrasar el año pasado el lanzamiento de su iPhone 12 debido a la escasez. Ya no es solo que las empresas no tengan los recursos necesarios para lanzar nuevos productos, es que tampoco los tienen para seguir produciendo los que ya están en el mercado, que es peor todavía. Sony y Microsoft, líderes en videoconsolas, llevan varios meses lidiando con la falta de stock de sus últimos y demandadísimos productos. ¿Os habéis dado cuenta de lo difícil que es conseguir una PS5 en estos momentos? Ahí tenéis la respuesta.
En esta misma línea, una de las industrias más golpeadas por esta crisis es la del automóvil. "Cerrado hasta nuevo aviso", era el anuncio que hacía la fábrica de automóviles Stellantis (PSA) de Galicia. Otras empresas del sector con sedes en España, como la de Mercedes-Benz en Vitoria o la de Ford en Almussafes, han llevado a cabo recortes de producción y tienen en ERTE a una gran cantidad de trabajadores desde hace varias semanas. Por supuesto que esto no es algo que está ocurriendo solo en España, ni siquiera solo en Europa. Como hecho destacable, Ford paró en Estados Unidos la producción de las pick up F-150 Series, el modelo más vendido en el país durante 40 años. Según la consultora IHS, en 2021 se dejarán de fabricar 672.000 coches a causa de la escasez de chips.
La de los chips es una de las industrias más sofisticadas del mundo, por lo que aumentar la producción de un momento para otro no es una tarea fácil, a la vista está. Ni siquiera la incursión de Europa en la fabricación de estos semiconductores podría solventar estos problemas, pues tardarían años en alcanzar el nivel tecnológico de las grandes empresas asiáticas, por no hablar de unos altísimos costes de producción difíciles de asumir en estos momentos. Las previsiones no son del todo esperanzadoras y las consecuencias económicas a nivel mundial ya son algo más que palpable. Aunque algunas consultoras hablan de que a finales de este año el descuadre entre la oferta y la demanda podría estar solventado, otros expertos no advierten una recuperación real hasta finales de 2022. La situación es incierta. Lo único que tenemos claro es que, ahora que va llegando el calor, va a ser mejor optar por ventiladores no inteligentes.